Ciudad del Cabo: Día Cero

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Los ciudadanos de Ciudad del Cabo, Sudáfrica han sufrido este año una crisis que parece que viene de una película de terror. En enero 2018, el gobierno advirtió a los habitantes que debían de tomar medidas drásticas de inmediato para poder reducir la amenaza. La razón de la alarma era que el suministro de agua de la ciudad estaba cerca de quedar en ceros. Si los niveles de agua seguían bajando a ese ritmo, se convertirían en la primera ciudad en el mundo en quedarse sin agua en menos de 3 meses.

En caso de que esto sucediera, el 22 de abril del 2018 se cerrarían por completo las llaves de agua en negocios y hogares hasta que las lluvias llegaran. Los cuatro millones de residentes hubieran tenido que evacuar o hacer filas diariamente para conseguir agua tratada en 200 puntos de la ciudad. Se supone que esto no debería de ocurrir en una ciudad con políticas de medio ambiente tan fuertes como las que se tienen en Ciudad del Cabo, incluyendo su cuidadosa gestión del agua.

Habitantes del suburbio Newlands de Ciudad del Cabo haciendo fila para recolectar agua. (autor de la foto: REUTERS/MIKE HUTCHINGS)

El problema en Ciudad del Cabo representa uno de los grandes peligros del cambio climático: el riesgo creciente de sequías poderosas y recurrentes.

En el año 2014, las presas de la ciudad se encontraban llenas después de cuatro años de buenas temporadas de lluvia. Un año después, una organización de ciudades enfocadas en el cambio climático a nivel mundial llamada C40, le otorgó un premio a Ciudad del Cabo por su ejemplar manejo del agua. Las medidas de conservación adoptadas por la ciudad se enfocaban en arreglar fugas, reemplazar tuberías en mal estado, instalar medidores de consumo eficientes y ajustar tarifas. Las cuales tuvieron un impacto significativo.

Todo dio un giro de 180 grados por a una sequía que duró tres años. La sequía fue considerada como la peor en más de cien años. Los niveles de las presas encargadas de suministrar la mayoría del agua a la ciudad pasaron de estar llenas, a tener un nivel del 26% de su capacidad.

Datos históricos anuales de precipitación (miles de metros cúbicos al año)

Además de la fuerte sequía, existieron 6 componentes que impulsaron a Ciudad del Cabo a tal extremo. ¿Se parecen en algo a lo que vivimos actualmente en Ciudad de México?

  1. Inversión escasa en infraestructura hídrica y gobernabilidad.
  2. Aumento rápido de la población.
  3. Gobierno centrado en poder, no en servir.
  4. Cambio climático y variabilidad.
  5. Capacidad social e institucional frágil.
  6. Crecimiento económico lento.

En el año 2017, Ciudad de Cabo limitó a sus habitantes a vivir con 87 litros de agua por persona por día para todos los usos; incluyendo el aseo personal, la preparación de alimentos, limpieza general, baños y agua para beber. El primero de febrero de este año está restricción bajó a 50 litros por persona y las autoridades empezaron a multar a aquellos que excedieran este límite. Además de esto, el gobierno urgió a los habitantes a bañarse dos veces por semana y a reutilizar el agua donde fuera posible.

Gracias a las medidas implementadas de monitorear el consumo de cada habitante, reducir el uso de agua per cápita de manera radical, inversión en tecnología para reutilizar el agua y una lluvia milagrosa, la capacidad de las presas se encuentra hoy en un 69.8%. El gobierno publicó en su página de internet una plataforma donde los ciudadanos pueden ver los niveles de las presas, el consumo de agua de cada hogar y la meta en común a lograr. De esta manera existe una presión entre los mismos vecinos por cuidar el recurso lo más posible.

Una ciudad sin agua es catastrófica. Ciudad del Cabo debe servir como ejemplo para las demás ciudades del mundo en temas de la gestión de agua para que esto no llegue a suceder en otros lugares. Una crisis de este nivel en Ciudad de México puede causar la muerte de muchas personas. Se debe implementar una estrategia clara hacia una ciudad más sensible al agua. El cambio climático es real, tenemos que adaptarnos mucho más rápido.

Es responsabilidad de todos ser conscientes de nuestro consumo e invertir en tecnología para reutilizar el agua y depender menos de nuevas dotaciones para asegurar un suministro estable a futuro. Las ciudades tienen que liderar, los gobiernos seguirán.

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